Querida Felicidad:
Sé que acabas de salir de la librería de tu barrio con los ojos llorosos y un tremendo nudo en la garganta. De todo lo que te ha dicho el librero tras leer tu primera novela, que tu madre le pasó con toda la buena intención del mundo, solo has sacado una conclusión: que dejes de escribir porque no es lo tuyo. También sé que, con cada paso que des de vuelta a casa, el orgullo irá aflorando, te hará sacudir la cabeza y decir «No me da la gana. Pienso seguir escribiendo lo que me apetezca». Muy bien.
Sin embargo, ese mismo orgullo te ha hecho sacar una conclusión equivocada. Todo lo que te ha dicho el librero son buenos consejos, pero entiendo que no lo hayas visto así. «¿Por qué no pruebas a escribir cuentos en lugar de ponerte directamente con una novela? —te ha comentado–. ¿Por qué no buscas escenarios más cercanos y que conoces, como Valencia, en lugar de Greenville, Estados Unidos? Y en vez de usar nombres como Karen, ¿qué tal llamarla Alicia?». Pero claro, qué va a saber él. Lo que se vende son novelas, no cuentecitos; y tú no lees a Pepe Castillo, sino a autores como Wachupichu Flowers, que son los que molan, aunque no le hayas dado un tiento ni una sola vez a don Pepe. No hace falta leerlo; con ese nombre, seguro que es malo, ¿verdad?
Los años irán pasando, y seguirás escribiendo. Lo necesitas, aunque solo sea para que te lean tus amigos; o al menos eso es lo que te dices porque, secretamente, aspiras a que alguien te publique algún día. De hecho, en dos ocasiones mandarás novela a una editorial que te rechazará (tú no lo sabes, pero tienen toda la razón del mundo), y eso te lo tomarás como un fracaso, la confirmación de que jamás vas a ser capaz de publicar. No, no es eso, Felicidad, es que aún es pronto porque estás sin pulir. ¿Por qué si siempre has sido alumna de diez en la asignatura de Lengua y nunca has fallado al hacer un análisis sintáctico? Pues muy sencillo: porque el nivel que te enseñaron en la escuela y en el instituto no es suficiente. No basta con no cometer faltas de ortografía o fijarte cómo se colocan los guiones largos, por ejemplo. El orden de las palabras y las frases importa, las comas no son pausas (como te explicaron en su día), el gerundio no se utiliza como has visto en las novelas traducidas del inglés… Hay mucho más, y hasta que no lo estudies en serio seguirás siendo amateur.
Ya, ya. Ya sé que más adelante intuirás que van por ahí los tiros y, durante años y años, pasarás tus novelas a otros con la esperanza de que alguien te diga de una vez por todas qué estás haciendo mal. Pero es que, verás, querida, por muy buenas intenciones que tenga esa gente, por muy entusiasta que sea, por mucho que sean lectores ávidos como tú, ninguno de ellos es un profesional y, por tanto, nunca desarrollarás como es debido lo más vital: tu herramienta de trabajo. Además, la gran mayoría son amigos tuyos, te quieren y, como comprenderás, no son los mejores críticos.
Todo cambiará a partir de 2005. Imagino que, más que parecerte una eternidad, considerarás un fracaso eso de empezar a publicar de «vieja». Claro, ahora tienes dieciséis años, y todo son prisas. Te han vendido que a los veinticinco estás para casarte y tener hijos. Llegar a los treinta y vivir en casa de tus padres, impensable, ¿verdad? Sé que no me vas a hacer caso, que en la adolescencia cada impedimento, cada rechazo es vivido como una tragedia de la que no vas a poder salir jamás. Bullshit. Te lo digo en inglés porque suena más fisno y porque sé que hasta que no entres en la universidad no vas a descubrir lo liberador que es decir tacos (de momento, sigues siendo una señorita). Tu novelita es un thriller juvenil de misterio, ¿verdad? Pues agárrate, porque te vas a dedicar a escribir ciencia ficción con toda la pasión del mundo. Así pues, que no te ciegue el drama. Nadie encuentra su camino, el de verdad, de la noche a la mañana. Eso solo pasa en las pelis… y en las novelas.
Y aquí estoy ahora, veinticinco años después, escribiéndote esta carta. ¿Por qué? Pues, aunque no lo creas, me acuerdo mucho de ti cuando alguna chica se pone en contacto conmigo para que lea su manuscrito (en serio, te va a pasar, estás en ese punto). Recuerdo esa búsqueda incansable para que alguien te explicara de una maldita vez qué hacías mal, pero también cuando saliste casi llorando de esa librería porque aquel señor no te dijo lo maravillosa que era tu novela y se dedicó a darte consejos que no querías oír. Me alegra muchísimo que, a pesar de malinterpretar sus palabras, decidieras continuar con la escritura. Quizás, de haber seguido sus indicaciones, habrías dado más deprisa con la senda adecuada…, o no. No lo sé. Tu yo de 2017 no se lamenta de ninguna de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. Arrepentirse es cansado e improductivo; lo mejor es aprender de los errores y seguir adelante. Pero sí te diré, lo creas o no, que sus consejos ahora son parte de los tuyos. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo?, ¿eh?
Así pues, querida Felicidad, duerme tranquila esta noche. Aún nos queda mucho por hacer, pero vamos por buen camino. Con la llegada de internet lo vas a flipar. ¿Se dice «flipar» en esa época, o es en esta en la que ya no se utiliza esa palabra? Mis alumnos dicen mucho no sé qué de «Está pepino». ¡Sí, profe! ¿Te lo puedes creer? Claro, claro que te lo crees. Qué tonta soy.
Sea como sea, cariño, sé que no va a llegarte esta carta, pero no importa. Estoy orgullosa de que hayas llegado hasta aquí. Cuando veas cierta escena en una película titulada Troya, todo cobrará sentido para ti.
Miles de besos y abrazos por todo lo que aún te queda por sufrir y vivir, aceptar y asumir. Algún día, mirarás atrás y decidirás que ha llegado el momento de compartir tu experiencia. Muchas y muchos no entenderán qué quieres decir, pero sabrás que hay alguien ahí fuera que lo comprenderá perfectamente. Solo con eso sentirás que merece la pena.
Tu yo de dentro de veinticinco años,
Felicidad.
Hola 🙂 Es muy bonita Felicidad, una verdadera carta de amor para ti misma, una carta de animo, de esperanza. Decía mi abuela que la vida es como un camino muy fino del que es fácil caerse, pero aún más levantarse si persistimos en ello, si nos ejercitamos. La caída nos hace más fuertes como se suele decir. Aunque no escribo creo que la carta la podemos extrapolar a cualquier otra cosa, a lo que nos de la gana. Un placer leerte. Un abrazo^^
Oh… Qué bonito, Mangrii ^_^ Asias por el comentario =)