Si en la entrega anterior explicaba el origen de las novelitas Los dioses de Amarán y En tierra extraña, ahora le toca el turno a las otras dos que componen La mirada extraña. Si me lo permitís (y si no, pues también) me salto los preliminares y voy directa al tema.
Atención: SPOILERS
El origen de Fuego cruzado y La perversión de la luz
Si cuando pergeñé la idea de La mirada extraña tuve muy claro que aprovecharía la novela sin terminar de Los dioses de Amarán, fue igual de sencillo decidir, de entre todo lo que tenía a medio empezar, qué otras dos historias entrarían a formar parte de la antología.
Ambas tenían pocas páginas escritas (la primera, cuatro; la segunda, doce) y ambas nacieron de la campaña de rol en vivo titulada Éxodo (2008 – 2010), cuya trama comenzaba cinco años después del Colapso (lo que se describe hacia el final de la novela Horizonte Lunar). Las dos estaban destinadas a que, bien en partida, bien después de ella, ciertos jugadores las leyeran y actuaran en consecuencia con la información facilitada.
La campaña nunca se concluyó en juego. En 2011 decidí que estaba harta de ser siempre la máster, que yo también quería jugar y que mientras esa situación no cambiara no volvería a organizar nada. Aunque sí tuve claro qué final iba a darle. Primero porque ciertas decisiones de mis jugadores habían provocado que se pusiera a la colonia en una situación delicada; y segundo porque había diseñado a las piedras (como llamaban mis jugadores a los aplastadores/sueloduros) y sabía perfectamente de qué eran capaces y lo infravalorados que estaban. Yo hombre blanco, tú salvaje; yo domino el cielo, tú solo golpeas.
Pasar la historia de mi mente al papel fue fácil. El problema llegó cuando mis dos lectores beta me dieron sus impresiones y se confirmó mi mayor temor: había partes que, si no sabías nada de Éxodo, no se entendían y, de hecho, provocaban confusión.
Medio año me llevó corregir, reescribir, eliminar o añadir escenas hasta obtener el resultado que ha salido publicado. Aun así, soy consciente de que es la historia más complicada de leer de las cuatro, la que más exige al lector que ponga de su parte. Pues imaginaos cómo sería la primera versión.
En cuanto a La perversión de la luz (título que me costó horrores encontrar), la escribí en un suspiro y me lo pasé teta en el proceso.
A diferencia de la novelita anterior, partía con bastante material ya escrito. Para empezar, las doce páginas a las que tuvieron acceso dos de mis jugadores durante la campaña Éxodo y que contenían los recuerdos del sacerdote Ka’al. De esta forma, tenía la estructura completa de la historia: el arranque y las situaciones clave que iba a vivir el protagonista hasta conducirlo hacia ese final ya escrito. Así pues, además de corregir, claro, solo me quedaba rellenar de carne el esqueleto. Y tenía chicha de sobra: dos documentos, de tres páginas cada uno, donde describía al detalle la sociedad halari, antes y después de la Reforma, y que había escrito en su día para que varios de mis jugadores pudieran interpretar correctamente a los halaris que iban a llevar en varias partidas en mesa. Por tanto, solo me quedaba introducir esos datos en la historia y de forma amena. Quedé muy satisfecha con el resultado. Espero que vosotros opinéis lo mismo.
Hmmm… mejor lo dejo por hoy. En las próximas entregas de este largo making of os iré desgranando, novelita por novelita, temas de trasfondo, lenguaje, elementos que me sirvieron de inspiración, etc.
Curiosidades
- El título original de Fuego cruzado era Perspectivas extrañas. Sin embargo, pensé que teniendo como primeros títulos: Perspectivas extrañas y En tierra extraña, eso me obligaría a que el resto incluyera las palabras extraño o extraña en el título, relacionándolo además con el de la propia antología. Luego pensé que, como quería conservar el de Los dioses de Amarán, la última historia debía contener también las palabras dios, dioses o similar; así tendría un dos a dos. Menos mal que finalmente me llegó la inspiración. 😛
- En el primer borrador de Fuego cruzado no se decía en ningún momento que los carnerraros/huesosfrágiles fueran mam’n. Y es que quien hubiera leído Horizonte Lunar sabría cómo son los miembros de esta especie, pero yo quería que la descripción de estos últimos viniera desde la perspectiva de los sinraíces y los aplastadores. Pero claro, si quería evitar confusiones como bien me habían indicado mis lectores beta, mejor no marear la perdiz y llamar las cosas por su nombre.
- Si pensáis que algunos términos en Fuego cruzado son un infierno, en el texto original eran peor, sobre todo por la parte de los aplastadores: piesredondosarañasuelo, piesredondosarañacielo… Horrorosos, lo sé; demasiado largos, descriptivos y la a vez difíciles de entender. ¿Quién iba a imaginarse que la parte piesredondos se refería a lo que nosotros vemos como ruedas? Además, si nunca hablan de pies y manos, ¿a qué venía que aparecieran en esas palabras?
- Originalmente, Los dioses de Amarán era la última historia en esta antología, no La perversión de la luz (de hecho, así sigue apareciendo en numerosas web). ¿Por qué el cambio? Fue sugerencia de mi editor y me pareció un gran acierto. No solo cierra el círculo, sino que invita a releer la primera historia para verla con nuevos ojos. O al menos así me lo parece.
- Por último, en la novela Horizonte Lunar los protagonistas son un grupo de mam’n, principalmente, mientras que su presencia en Fuego cruzado, aunque detonante de la situación, es anecdótica. Los halaris, por otro lado, los menciona de pasada uno de los personajes de HL, mientras que en La mirada extraña tienen un rol protagonista.
Pingback: Reseña: La mirada extraña | La Nave Invisible