De autoras y prejuicios

Antes de nada, quiero dejar muy claro que todo lo que voy a decir a continuación es enteramente subjetivo, así que puede que no estés de acuerdo con todo lo que voy a soltar, pero como me apetece mucho, mucho hablar de este tema, pues… allá voy. ¿Por dónde empiezo? Hmmm… Por la defensa de lo patrio.

Durante muchos años fui una mala lectora. Me explico: para comprar un libro me guiaba por la portada y, por supuesto, devolvía un libro al estante con dos deditos (en plan «Uf, no»), si el autor era español en lugar de tener nombre extranjero y bien conocido. Sin embargo, entre mi amiga Lorena (que me prestaba mogollón de libros cifi, ¡que luego pretendía que le devolviera! Vamos, qué desfachatez XD) y mi asistencia a la Hispacon de Vigo, se me fue la tontería. Flipé, de hecho. «Joder —pensé— las obras de estos autores nada tienen que envidiar a los anglos».

Me puse al día enseguida (aunque aún tengo un par de lagunas en títulos clásicos españoles) y pronto descubrí que había autores a los que siempre leería, sacaran lo que sacasen. Hasta ahí, todo bien. Es más, me encanta sacar pecho y citar nombres de manera entusiasta cuando alguien suelta a la ligera que no lee a autores españoles porque son una mierda, siendo más que obvio que ni siquiera se ha molestado en dar un tiento a alguno. Prejuicios, ya sabéis, y tooodos los tenemos. Sí, me incluyo. No me avergüenza decirlo, aunque eso no significa que me sienta orgullosa de ello. Al menos lo admito, que ya es algo, y me esfuerzo por fundamentar el rechazo leyendo. No siempre pronto, pero es mejor que tarde; o peor: nunca.

Tal es el caso de los nombres nuevos. Ojo, tanto de autores españoles como extranjeros. Y mira que hay títulos que me llaman la atención, pero al final me pongo a rezongar, me arrebujo en la mantita de los clásicos y de ahí no me sacan. Con lo calentito y cómodo que se está… Supongo que parte de la culpa la tiene el hecho de que cada vez tengo menos tiempo para leer, así que voy a lo seguro. Como mucho, tiro de antologías, pero sigo sin atreverme con novelas. ¿Lo veis? Soy plenamente consciente de que se trata de un prejuicio que se cura leyendo y asumiendo que no todo me va a gustar, pero que algo me sorprenderá al final, fijo. Además, los clásicos son un número limitado, mientras que los nuevos nombres me van a proveer de droja nueva y en dosis espaciadas para aumentar el mono. Suena mal, pero la adicción puede durar más, o dar esa sensación.

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Elia Barceló

Retomando los clásicos, nunca tuve prejuicio alguno al leer a una autora. He leído a muchas y, como en el caso de los hombres, también tengo lagunas que espero solucionar. El problema en el caso patrio es, sin embargo, de escándalo. Puedo citar de carrerilla un montón de nombres de escritoras «clásicas» en lengua anglosajona, pero españolas solo puedo nombrar a Elia Barceló. Y tiene delito, porque lo cierto es que no leí nada suyo hasta que se publicó la antología Mañana todavía. Su cuento me encantó, y también me hizo pensar: ¿Cómo es que no he leído nada de esta mujer hasta ahora cuando la definen como una de las damas de la ciencia ficción en lengua española?[1]

En mi defensa diré que tiene todo el sentido que la haya descubierto tarde. Primero porque sus novelas son juveniles. Estoy segura de que son buenísimas, pero es un género que, si no sacan la peli, no me entero de los títulos (sep, otro prejuicio, pero este es más difícil de superar, ya que en formato audiovisual me lo trago sin problemas, pero en el otro me cuesta horrores). Segundo porque hasta cumplidos los treinta no supe qué eran los fanzines ni me llamaban los cuentos, así que sus relatos me eran desconocidos.

Vale. Y en estos diez años, ¿no tuviste tiempo de ponerte al día? Tiempo, sí; interés, no. Quizás el hecho de que no creciera con la cultura del fanzine (de ahí parte de mi laguna con los clásicos, ya que puedo citar novelas, pero no relatos) haya tenido algo que ver. Por otro lado, el uso que hago de internet es limitado (el haber tardado porrón en tenerlo también habrá tenido algo que ver), así que, entre una cosa y otra, en todo este tiempo no me ha dado por buscar y leer revistas digitales de género.[2] Va a sonar fatal, pero si no fuera por Sportula, Fantascy y, especialemente, por el empeño de Mariano Villarreal (y mira que hay otras editoriales publicando antologías), yo no habría descubierto el maravilloso mundo del relato.[3]

alucinadas

Portada Alucinadas

Muy bien, muy bien. Y esto que cuentas, ¿qué tiene que ver con el título de esta entrada? Todo. ¿Cuántas novelas de autoras cifi españolas conocéis? Mira que las hay, pero soy incapaz de citar alguna, y hasta hace unos años ni siquiera me sonaba Lola Robles (que tiene publicadas tres novelas nada menos) o que Rosa Montero hubiera escrito cifi.[4] Aunque fue finalmente Alucinadas la que me abrió los ojos. Y mira que al principio me escocía la convocatoria (de nuevo los malditos prejuicios), y el tono de mi cuento fue más que intencionado (aun a riesgo de que no me escogieran entre las agraciadas) porque estoy harta de leer comentarios del tipo «Ellas tienen una sensibilidad especial». Cierto es que las circunstancias que nos rodean desde que nacemos nos hacen adoptar una perspectiva diferente y que, estadísticamente, somos más empáticas, pero ¿por qué tengo la sensación de que mucha gente flipó al descubrir que las historias que relatamos no les hicieron chirriar los dientes? Ojo. No me excluyo. Me esperaba otra cosa y me arrancaron los prejuicios de cuajo. «Cómo molamos —pensé—. ¿Dónde habéis estado todo este tiempo, malandrinas?» Pues en el relato, el fanzine, la revista no profesional que no paga a autores…, y algunas hasta en otros géneros. Vamos, todos esos formatos que no leo hasta que el compromiso me obliga.

Solo hay que echar un vistazo a la bio que hay al final de la antología para descubrir que la gran mayoría, en cuanto a cifi se refiere, no han pasado del formato cuento. Ahora bien, si en la época dorada, vamos a llamarla así, publicar relatos era la llave para acabar viendo una de tus novelas en las librerías, no parece que esté siendo el caso en nuestro país y en estos momentos. No obstante, la pregunta obligada es: ¿de verdad es cosa de las editoriales, exclusivamente, que no han querido arriesgarse con un desconocido nombre de mujer, o parte de la culpa también es nuestra?

Me explico. Pienso en mi caso (y mira que le digo a mis alumnos que no se tomen como el stándar) y creo que no voy muy desencaminada. ¿Cuántas hemos intentado publicar realmente? Y cuando digo publicar, me refiero a 1) pretender cobrar por ello, de verdad, y 2) enviar nuestros escritos y soportar rechazo tras rechazo. No sé, a veces tengo la sensación de que ellos son mucho más cansinos, que tienen menos vergüenza, que un rechazo les arranca con más facilidad el «Probaré en otro sitio donde aprecien mi arte» en lugar de «Está claro que necesito mejorar».

Como digo, es una percepción subjetiva y a lo mejor me estoy columpiando; a lo mejor hay muchas autoras que, sencillamente, se sienten más cómodas en ese formato corto, o que no se ven con tiempo para dedicárselo al tremendo esfuerzo que supone escribir una novela y el tedioso periodo de espera entre envíos y respuestas. Claro que, en este último punto, tampoco podemos eliminar el factor editorial que comentaba más arriba (de las grandes editoriales, en realidad), aunque creo, y corregidme si me equivoco, que la irrupción de las pequeñas está acabando con el prejuicio de autora.[5] Así que, chicas, sacadme de dudas: ¿es una cuestión de tiempo, de formato, de vergüencilla, de prejuicios, o de qué?

En mi caso tengo muy claro que fue (y en ocasiones sigue siendo) una cuestión de inseguridad. Cada vez que reunía el valor para enviar algo, solo con la primera respuesta negativa (que bien podía ser no ganar un concurso, por ejemplo) ya me escondía en mi cuevecita y me puntuaba con un NM, como en párvulos, hasta que años después volvía a probar y… lo mismo. También soy muy consciente de que he tenido suerte y que de no ser por una persona, y las enseñanzas de otras dos, seguiría en un rincón.

Tened en cuenta, además, que hasta hace poco no sabía escribir cuentos, así que publicar en revistas electrónicas ni se me había pasado por la cabeza. Pero bueno, no hablemos más de mí, que como he dicho en más de una ocasión: acabo de asomar la cabeza, así que no quiero sonar como si pontificara cuando está claro que no soy nadie.

Nieves Delgado

Nieves Delgado

La cuestión es, niñas y niños, que habrá a quien le haya gustado más o menos los cuentos aparecidos en Alucinadas,[6] pero creo que no se puede negar que hay talento (espero descubrir nuevos en esta segunda entrega). Por supuesto, como cualquier hijo de vecino, siento predilección por unas autoras más que por otras, las cosas como son, y aprovecho la ocasión para decir que me declaro fan incondicional de Nieves Delgado y la maldigo porque no haya sacado novela aún. Espero que sea por una cuestión de tiempo y no de vergüencilla, y mucho menos de prejuicios. Me cuesta creer que alguna editorial vaya a desperdiciar la oportunidad de publicar a esta mujer.

En definitiva, los prejuicios se quitan leyendo, o mejor dicho: obligándote a leer, porque si nunca sales de tu zona de confort, tampoco solucionas nada. Y ojo, un primer mal encuentro tampoco es representativo.[7] De momento, voy a aplicarme el cuento y probar con nombres nuevos, tanto nacionales como extranjeros (de cifi, claro, que es lo que me gusta). Lo de leer directamente en inglés… mejor para más adelante. Bastante más. Paso a paso, jo.

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[1]Ya os estáis leyendo La maga y otros cuentos terribles. Quizás los finales de algunos relatos no sean lo mejor de lo mejor, señor, pero esta mujer consigue atraparte en cada historia desde el segundo uno y transmitir una sensación malrollera que… mola.

[2]No es el caso de los podcasts, a los que me he aficionado, aunque bien es cierto que de no ser por los contactos en FB (y que comparten los enlaces a los episodios) tampoco los habría descubierto.

[3]El ser la seleccionadora del Fabricantes de sueños ha conseguido que me ponga al día y supla esa carencia. Algún día escribiré una entrada sobre lo que ha supuesto para mí.

[4]Hablo de novelas en exclusiva, por tanto, no incluyo novelas cortas. Tampoco estoy teniendo en cuenta a las que escriben juvenil.

[5]Exceptuaré el caso de la editorial Fantascy del sello Random House Mondadori. Concepción Perea, Aranzazu Serrano… Son escritoras de fantasía, de acuerdo, pero ¿cuántos de vosotros las conocíais antes de que las publicaran? Así que, aunque esta editorial está sacando títulos de autores españoles conocidos, tiempo al tiempo, y quizás veamos alguno de autora cifi.

[6]Meciono todo el rato Alucinadas porque me parece el mejor ejemplo para apoyar lo que estoy diciendo. Hay muchas autoras que publican con regularidad en revistas digitales, pero en un solo título se puede encontrar una buena muestra. Quien quiera más: Google.

[7]Por ejemplo, quien me conoce sabe que he echado pestes de Embassy Town, pero eso no significa que no vaya a darle otra oportunidad a Miéville. Aunque también es cierto que hay algún autor que otro que dudo mucho que le dé una segunda lectura. Básicamente, por que su prosa no es mi rollo.

Posted in Reflexiones.

One Comment

  1. Comparto muchas cosas que dices y no, lo de la seguridad no es una impresión tuya. Hace tiempo salió publicado en The Atlantic un artículo llamado The confidence gap. Entre muchas ideas interesantes, me quedé con que para optar a un puesto de trabajo, un hombre cumpliendo el 60% de los requisitos se siente capacitado y con posiblidades mientras que una mujer necesita al menos reunir el 80% para atreverse a echar la solicitud.

    El estudio se hizo en Estados Unidos, pero creo que algo similar pasa por aquí.

    En cuanto a los prejuicios… Yo también he tenido que batallar con ellos pero en mi caso al final han ganado precisamente por la cuestión tiempo de lectura disponible. Voy a lo seguro, que suele ser o un clásico o un libro que me haya recomendado algún amigo de probado buen gusto xD

    De Elia Barceló no hago más que leer maravillas, igual que de Aranzazu Serrano, así que tendré que leerlas.

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