Destripando Fuego cruzado

Lo prometido es deuda. Después de contaros el origen de cada una de las historias que componen La mirada extraña (parte I y parte II), ha llegado el momento de desgranar, novela por novela, los entresijos que encierran.

Siguiendo el orden en el que aparecen en la antología, empezaré por Fuego cruzado e intentaré, en la medida de lo posible, aportar información que bien no aparece de forma explícita o solo se menciona.

1. El mundo

Para empezar, quiero dejar claro que aunque la historia se desarrolla en una zona que comprendería una de las tantas cordilleras, el bosque que se encuentra en la falda de la montaña y parte de las planicies que hay más allá, este no es un planeta Star Wars (ya sabéis: un planeta bosque, un planeta desierto, un planeta pantano, un planeta helado…). También hay otras orografías y climas.

En cuanto a flora y fauna, es variada aunque tiene la peculiaridad de que no hay aves. Los únicos con capacidad para volar son los insectos (de todos los tamaños), que en realidad se desplazan impulsándose y planeando. Por otro lado, recalcaré que no todo lo que a nosotros nos parecerían plantas lo son en realidad. Los sinraíces serían un ejemplo, pero hay muchos más. De hecho, han adoptado ese nombre para diferenciarse de los animales que también se camuflan con el entorno pero no tienen la capacidad de desplazarse.

Imaginaos, por ejemplo, una colonia de percebes en tierra con extensiones de tipo tentacular y protuberancias de tipo folicular para atraer a insectos. Ah, pero los percebes son crustáceos, no la idea que tenemos de animalitos correteando por el bosque. Ya, pero siguen siendo animales. En este planeta, además, este tipo de colmena/colonia ha desarrollado un sistema nervioso central por lo que el conjunto forma un ser vivo con la consciencia e inteligencia de una rata, por ejemplo.

Los colonos no los diferencian del resto de plantas, e incluso consideran a los más grandes como un tipo de árbol porque la parte central les recuerda a un tronco. Claro que, hay que tener en cuenta que cuando arranca la historia, los mam’n llevan solo un año en el planeta y han estado más preocupados en sobrevivir que en ponerse a estudiar qué es una planta y qué no. ¿Se puede comer?, perfecto. ¿No se puede comer? Pues a buscar otra cosa.

Llegados a este punto no está mal recordar que hace tiempo expliqué que parte del escenario que se describe en el relato La plaga estaba inspirado en un mundo que creé para un rol en vivo. Pues bien, este es. ¿Puntos en común? La falta de aves, la atmósfera venenosa para los colonos (15 minutos de exposición y se palma), los respiradores que utilizan fuera de la cúpula que rodea el asentamiento (la protuberancia transparente que tanto menciona Astuta o la fortaleza transparente de la que hablan los aplastadores) y el procesamiento de la comida antes de asarla o meterla en la olla para que no resulte indigesta; o peor: mortal.

2. Las especies

Aplastadores

Dado que son los protagonistas principales de Fuego cruzado, están descritos más en detalle que las otras razas/especies que aparecen. Así que poco más puedo añadir respecto a la apariencia o el tipo de sociedad, por ejemplo, aunque quizás lo siguiente os resulte de interés:

1) El corazón es una caverna que se encuentra en el interior de una montaña. Por sus características estructurales y la localización estratégica de dicha montaña, al golpear las paredes y el suelo las vibraciones se transmiten por toda la cordillera hasta alcanzar varios kilómetros. Quien manda el latido puede pasarse varios días golpeando hasta recibir respuesta (para percibirlo hay que estar en ciertos puntos de montaña en los que no siempre hay alguien) o decidir que no va a haberla.

2) En cierto momento, Hechicero Tercero menciona que los merodeadores han localizado un arca. ¿Qué son en realidad? Instalaciones móviles que los primeros colonos levantaron a su llegada (hace más de cien mil años) para estudiar la viabilidad del planeta para su colonización. Las estructuras, de tipo modular, estaban destinadas a albergar laboratorios, talleres de ingeniería, almacenes, estancias habitacionales o centros de comunicación que servían para mantener el contacto con otros puestos repartidos por todo el planeta. Sí, como en La plaga, y al igual que en ese relato, estos asentamientos podían ser enormes o de apenas un módulo dependiendo de si era un puesto de avanzadilla o un centro de investigación importante. Por un cúmulo de circunstancias, al final fueron abandonadas. El paso del tiempo y varios sucesos climatológicos se han encargado de cubrirlas hasta hacerlas desaparecer; al menos, a primera vista.

3) Todo lo que Hechicero Tercero le cuenta a Cerebro sobre el origen de los aplastadores es falso y cierto a la vez. En realidad, buena parte de lo que especula es historia «reciente», de hace solo diez mil años.

4) Hay más aplastadores repartidos por el planeta y algunos con aspecto ligeramente diferente para camuflarse mejor con el entorno, aunque la mayor concentración (siete tribus nada menos) está en la región donde tiene lugar esta historia.

Sinraíces

Todo lo que cuento de los sinraíces está narrado desde la perspectiva de Astuta (y muy por encima desde la de Esclava). A diferencia de la parte de los aplastadores, con personajes de ambos sexos, aquí solo muestro la visión femenina, así que quizás no esté de más explicar cómo de puteados están los machos.

1) La capacidad de las sinraíces para enviar a los machos mensajes químicos (la magia de la que hablan los aplastadores) hasta el punto de llegar a controlarlos les ha permitido establecer un matriarcado; pero no es, ni de lejos, un sistema igualitario. Las hembras consideran a los sinraíces como a niños, incapaces de llegar a madurar o de controlar sus impulsos.

2) Físicamente, una hembra jamás podrá superar a un macho, pero dada su capacidad de controlarlos no es infrecuente el abuso de poder, sobre todo en cuestiones de índole sexual. Para las sinraíces, la violación es algo de lo que solo son capaces los machos; no solo por parte de los aplastadores, sino que están convencidas de que si los sinraíces no pudieran ser controlados, acabarían cayendo en sus instintos más bajos. Sin embargo, la violación existe en esta sociedad aunque ellas no lo vean de esa manera. Y es que, como se relata en En tierra extraña con la relación que mantiene la reina con Da, una hembra es capaz de excitar a un macho a través de un envío masivo de feromonas y que este sea incapaz de resistirse a la cópula. Como digo, no es algo generalizado pero tampoco inusual. El problema es que las sinraíces no consideran que estén haciendo algo malo. Dado que, para ellas, los machos están dominados por sus impulsos sexuales, si uno de ellos no está por la labor, no es porque no esté interesado en la hembra que inicia el cortejo, sino que le faltaban estímulos, y ella se ha tomado la molestia de proporcionárselos.

3) A diferencia de los aplastadores con respecto a sus hembras, los sinraíces no tienen de nombre un número, por lo que, en cierta manera, sí se les concede identidad propia. Ahora bien, si las dirigentes o una superior deciden que un macho tiene que ocupar un oficio de responsabilidad en concreto, este adoptará el nombre que lo identifique con su labor. Para las sinraíces, en realidad les están haciendo un favor porque están destacando su importancia dentro de la tribu. Probablemente, no todos los sinraíces opinen lo mismo.

4) Relacionado con el punto anterior, se permite a los machos libertad de oficio, salvo que una hembra considere que su valía merece centrarse en otra labor. Ya sabéis: qué mejor que ellas para decidir lo que le conviene a un macho. Eso sí, la decisión no es tomada de manera unilateral por una sinraíz, sino a través de consenso entre las hembras que organizan esas tareas, o incluso las propias dirigentes, si el puesto tiene una importancia especial. En cuanto a la resolución, el macho no puede objetar. Al fin y al cabo, lo hacen por su bien.

5) Por supuesto, y como ocurre en las distintas tribus aplastadoras, hay matices en este tipo de organización y no todos los miembros que integran cada asentamiento las aceptan, aunque acatan las normas. La personalidad es lo que tiene: que está por encima del sexo de cada cual.

Húmedos

Se los menciona una vez en Fuego cruzado, así que me ha parecido pertinente darles un hueco. Así es como los llaman tanto aplastadores como sinraíces; ellos, sin embargo, prefieren llamarse fantasmas. Su hábitat son los lagos o ríos de gran caudal. Viven fuera del agua, pero pueden pasarse horas en ella para cazar.

Lo que aplastadores y sinraíces no saben es que existe otra variante, otra raza, a la que los fantasmas llaman descastados (por supuesto, estos últimos no se llaman con ese nombre). Tienen aspecto coralino y viven en mares y océanos. La diferencia fundamental con sus «primos» es que solo pueden permanecer fuera del agua durante poco más de una hora. Y hasta aquí puedo leer 😛

Humanos

En efecto, los vetasverdes, como los llama Astuta, son humanos y, ciertamente, guardan un gran parecido con los mam’n.

Para quien no haya leído los apéndices de Horizonte Lunar, comentaré que en este universo existen atajos para acortar los viajes. El problema es que algunos de estos atajos en realidad conectan una dimensión con otra. Cercana o lejana depende de numerosos factores. Vamos, se reduce la distancia entre dos puntos,  en efecto, pero atravesando distintos planos. Así pues, los humanos que diseñé para la campaña de rol en vivo titulada Éxodo proceden de un universo alternativo al nuestro en el que China y Rusia forman una única potencia y la tecnología está enormemente avanzada, sobre todo en los campos de la miniaturización y la genética.

Cuando (hace más de cien mil años) la avanzadilla de científicos, que se instaló en el planeta para estudiarlo, envió un informe favorable para el siguiente paso en la colonización, el gobierno chino-ruso tomó los datos de partida y preparó una nave tripulada por clones modificados genéticamente para adaptarse de forma eficiente al nuevo entorno, además de inocularles nanitas en los pulmones para respirar la atmósfera del planeta sin problemas.

Ahora bien, tras perder el contacto, primero con los científicos y después con la nave de colonización, se suspendió el proyecto de expansión en este sistema. Y sí, aplastadores, sinraíces y húmedos son los descendientes de esos científicos. Los motivos que los llevaron a realizar experimentos genéticos de adaptación al entorno y cómo acabaron por olvidar sus orígenes y ser lo que son ahora me llevaría otra novela, así que mejor lo dejo aquí.

Mam’n

En la cronología de Fuego cruzado, estos se asentaron en el planeta un año atrás y lo bautizaron con el nombre de Kalion, en honor a la nave de transporte que los llevó hasta allí. Huyeron del UC, como tantas otras naves fletadas por el gobierno mam’n, ante la inminente amenaza de la Oscuridad, tal como se relata hacia el final de Horizonte Lunar.

Mam’n es el nombre genérico de la especie. Las razas que lo componen y que están presentes en el planeta son: jok-shïa, shalomita y ock’tainita. Las tres son resultado de repetidas alteraciones genéticas para facilitar la adaptación a los distintos planetas que colonizaron a su llegada al UC, a través de uno de esos atajos que comenté antes. Y al igual que los aplastadores, los sinraíces y los húmedos, no recuerdan que su origen es humano, aunque proceden de realidades distintas.

Sus alteraciones genéticas son, principalmente, a nivel interno. Hay ligeras diferencias físicas con un humano, por supuesto; y son más acusadas si se los compara con shalomitas u ock’tainitas. Eso sí: nada que ver con el cambio drástico de aspecto de árboles y piedras (como así los llaman). Si se realizara una autopsia a un mam’n y a un humano, las diferencias serían más que evidentes a simple vista. Aunque entre un jok-shïa y un humano habría que fijarse más.

Ni qué decir tiene que cuando descubrieron las cápsulas de hibernación en las instalaciones halaris el shock no fue moco de pavo, y que la barrera idiomática tampoco facilitó las cosas después. Los idiomas que se hablan en la Tierra nada tienen que ver con el universal que hablan los mam’n: un lenguaje que fue creado para facilitar la comunicación interespecie en el UC (el sistema de planetas del que proceden).

Halari

Perdonadme si no me extiendo demasiado en este apartado, pero prefiero guardarme toda la información jugosa para cuando os haga el making of de La perversión de la luz.

Solo comentaré que los halari nacieron por una obsesión, una necesidad: racionalizar el miedo que me produce la sola existencia de los zenobitas creados por Clive Barker. Una invención literaria, sí, pero tan potente que se me antojaban reales.

También diré que, a poco que se piense, en realidad solo hay dos especies en esta historia: halaris y humanos. Lo demás son razas, modificaciones genéticas con respecto al original. Claro que, para los protagonistas de esta historia no es así ni de lejos.

3. El lenguaje

A la hora de crear los distintos idiomas que aparecen en esta historia tuve muy claro que partiría de la misma premisa que empleé en la novela corta La textura de las palabras: coger un elemento fundamental de su forma de vida y crear significados y expresiones partiendo de ese elemento. En esta ocasión, sin embargo, en lugar de recalcar un sentido (el tacto en aquella historia o la vista para nosotros) decidí centrarme en la acción de comer y todo el proceso que supone desde llevarse algo a la boca hasta defecarlo. Es más, recordé que los griegos estaban convencidos de que el alma y los sentimientos estaban contenidos en el hígado (no en el corazón claro, qué tonterías pensaban, eh) y que al estómago se le llama también segundo cerebro porque contiene unas cien millones de neuronas. Así pues, decidí que todo iba a girar en torno a este órgano.

En cualquier caso, lo que habéis leído es en realidad una «transcripción», ya que las especies autóctonas emplean, en su mayoría, un lenguaje de signos apoyado en distintos sonidos (muy parecido a lo que sería un diálogo entre sordos). Esto es así porque las modificaciones genéticas a las que se sometieron, al alterar su anatomía, alteraron también su capacidad para hablar como hacemos nosotros, por ejemplo.

Ahora bien, ¿por qué los signos que emplean, incluso los más básicos como el sí o el no, no se parecen en nada a los nuestros? ¿O por qué son tan diferentes los gestos aplastadores y los de los sinraíces? Los motivos son varios:

1) Entre protuberancias y demás, no tienen nuestra capacidad de movimiento (en el caso de los sinraíces deben emplear también los distintos apéndices/extensiones). Ojo, no son torpes ni están atrofiados, sino que han tenido que adaptar sus movimientos a su anatomía.

2) De la misma forma que no existe un lenguaje de signos universal en nuestro propio planeta (algo que, por cierto, me alucina), sinraíces y aplastadores tampoco emplean el mismo. Por otro lado, ¿sabíais que el gesto del dinero que se usa en Asia no se parece en nada al que utilizamos los occidentales? Y este es solo un ejemplo; hay muchos más gestos que significan cosas muy diferentes dependiendo de en qué país estés. Así pues, si eso ocurre en la Tierra, en este escenario no iba a ser muy diferente.

3) Comparten signos, claro, que difieren ligeramente en la ejecución por cuestiones físicas. Eso sí, a un aplastador le resulta más fácil aprender el sinraíz que a la inversa. Los motivos los explicaré más adelante.

Pero ¿de dónde me surgió la idea para crear este lenguaje?

En cierto momento de la campaña de rol, decidí que las sinraíces se presentarían ante los mam’n para declararles la guerra de manera oficial (algo que no ocurrió gracias a la jugadora que llevaba el personaje de Cauta). Sin embargo, no quería caer en lo fácil, en lo que había visto en distintas series en las que o bien los aliens hablan inglés, o bien lo aprenden deprisa mientras el hombre blanco solo se molesta en aprender un par de palabras del otro, o bien los gestos son idénticos a los nuestros, sabiendo, como os contaba arriba, que eso no tiene por qué ser así. Y para conseguir ese efecto de extrañeza, decidí centrarme en la parte gestual donde, además, no sería difícil que surgieran malos entendidos.

Para ello, confeccioné un documento que contenía un listado de gestos, con sus correspondientes significados, que las jugadoras que fueran a interpretar a las sinraíces debían aprenderse antes de la partida. En esta lista, en princpio, había palabras y conceptos suficientes para transmitir las intenciones de las dirigentes. Más adelante, conforme las jugadoras que interpretaban a las mam’n aprendían el significado de los gestos (y se daba por hecho que al otro bando le sucedía lo mismo con el universal), las sinraíces iban añadiendo palabras simples para dar la sensación de fluidez en la conversación. Por supuesto, les di libertad para añadir nuevos gestos, siempre y cuando fueran lo menos parecidos posible a lo que serían los nuestros.

En cuanto al lenguaje de los aplastadores, nunca tuve la oportunidad de diseñarlo en juego porque los colonos no se molestaron en ningún momento en intentar establecer comunicación con ellos. Los consideraban unga-unga, y ya. Aunque sí tenía en mente cuál sería la diferencia básica respecto al de los sinraíces: al contrario que estos últimos, los aplastadores emplearían más sonidos (aunque fueran guturales) mientras los gestos serían más de apoyo (para matizar o enfatizar). De ahí lo que comentaba en el punto tres: los sinraíces no pueden articular tan bien los sonidos como los aplastadores, por lo que no les resulta tan fácil «hablarlo», aunque, como demuestra Esclava, no es imposible. Mientras que los gestos sinraíz son más fáciles de imitar en buena parte de su vocabulario (excepto cuando intervienen extensiones y apéndices). En cualquier caso, ni unos ni otros se molestan en aprender el del vecino.

4. La importancia del nombre

Aquí quiero matizar dos aspectos:

El primero, y que probablemente es la mayor barrera ante la que se encuentra el lector cuando aborda Fuego cruzado, es el nombre del vecino.

Durante la escritura de esta historia siempre tuve en mente la relación entre occidentales y asiáticos. Por ejemplo, la facilidad con la que llamamos chinos a todos ellos. ¿Creéis que un japonés o un coreano se considera chino? ¿Y qué me decís de algo más cercano, más vecinal? Empleamos el término gabacho. ¿Creéis que los franceses emplean la misma palabra para referirse a sí mismos? Pues esa idea fue la que apliqué en esta historia. ¿Por qué aplastadores y sinraíces emplearían la misma palabra para referirse a los mam’n cuando sus primeros encuentros fueron bien distintos y de ellos sacaron sus propias conclusiones? ¿Por qué unos y otros iban a emplear la misma palabra para hablar de sí mismos o del vecino?

En cuanto al segundo aspecto, se refiere a la identidad del individuo y que, siempre que la historia me lo permite, trato de sacar a colación: la importancia del nombre. El que nos dan al nacer, el que nos dan los demás, el que nos dan nuestra amistades (o solo una parte de ellas), aquel con el que nos sentimos cómodos… Nombres o apodos pueden ser una carga o una identificación; una palabra que nos referencia respecto a otro individuo o a un conjunto. De nuevo, referentes y perspectivas: mi gran obsesión.

En Fuego cruzado, salvo los mam’n (y quienes hayan leído los apéndices de Horizonte Lunar sabrán el porqué), todos los nombres tienen significado, aportando identidad individual o disolviéndola en el grupo. Y es que este es un tema que, también como el lenguaje, siempre me ha fascinado. ¿Con qué me identifico o me identifican? Supongo que el hecho de llamarme Felicidad (y saber los motivos por los que me pusieron este nombre) ha contribuido enormemente en esta obsesión.

5. Últimas anotaciones

Seguramente, a estas alturas alguien se está preguntando por qué no metí en la historia buena parte de lo que he contado hasta ahora, o por qué no la convertí en novela. ¿En dos palabras? Concepto ventana (término que le acabo de robar a mi colega Álex sin permiso).

Para la historia que quería contar, no veía la necesidad de entrar en esos detalles. Me bastaba con saberlos y transmitir, en todo caso, que es un mundo complejo. «Echa un vistazo por la ventana que te señalo». Una idea que trato de mantener a lo largo de las cuatro novelas que componen La mirada extraña, reforzada además con la importancia de la perspectiva: una historia no es más que un punto en un conjunto mayor.

En cualquier caso, seguro que me he dejado unas cuantas cosas en el tintero, pero esto se ha alargado demasiado, me parece a mí. Así pues, si alguien quiere saber algo más, que pregunte. Estaré encanta de responder.

Posted in Sobre mis escritos.

4 Comments

  1. Muy interesante. Durante toda la lectura de La Mirada Extraña estaba intentando determinar si todo sucede en el mismo planeta, con siglos y milenios de diferencia, o si eran planetas diferentes. Había llegado a la conclusión, por lo que veo errónea, de que los sucesos de En Tierra Extraña y Los Dioses de Amarán eran el pasado remoto, y las Sinraíces eran las descendientes de Pequeña Esperanza, y los Aplastadores los descendientes de la colonia invasora. No cuadraba todo, pero a falta de un café para charlar de ello, te lo dejo aquí a ver qué te parecía mi teoría 😉

    • Una teoría chula, la verdad; pero, en efecto, las historias tienen lugar en planetas distintos. En la cronología de este universo, sí que es verdad que lo que se cuenta en Los dioses de Amarán ocurre alrededor de un millón de años antes de lo que pasa en Fuego cruzado, y que lo que hay ahora mismo en el planeta Amarán es… Hasta aquí puedo leer. 😛

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