Bueno, como ya os habréis dado cuenta, esta semana he decidido dedicar las entradas a hablar de dos relatos. La plaga, como el último que me han publicado, y Maldito, por ser el primero.
Sí, sí, ya sé que en realidad fue El mito de la caverna, pero por circunstancias que no me voy a parar a explicar, voy a decir que maldigo a internet y a San Google porque una vez estás, ya no puedes ocultarlo. No reniego de él, ojo. De hecho lo tengo enlazado en la página con la bibliografía. Sencillamente, Maldito se publicó en unas circunstancias especiales para mí. ¿Por qué? Porque fue el primero que me atreví a enviar a un concurso.
Unos cuantos meses antes de que se anunciara la convocatoria del Visiones 2007, había participado como jurado en un concurso literario y aquello me abrió los ojos. Si la gente no tenía vergüenza ninguna y era capaz hasta de enviar textos sin haberle pasado siquiera el corrector de word, ¿por qué yo no me atrevía cuando al menos me tomaba la molestia de no cometer faltas de ortografía? ¿De qué tenía miedo? Del rechazo, claramente. Y algún día os contaré de dónde viene este miedo y en qué momento preciso de mi vida el camino se bifurcó y mi otro yo (en un universo paralelo) decidió abandonar la escritura.
La cuestión es que, por aquel entonces, no escribía relatos, era incapaz (y a día de hoy aún me cuesta), pero por fortuna en mi blog estaba haciendo un experimento: escribir una historia donde cada capítulo era una entrada. Eso sí, no tenía ni pajolera idea de adónde me iba a llevar; tan solo me estaba dedicando a describir poco a poco el mundo que se me estaba formando en la cabeza.
Como digo, se publicó la convocatoria y decidí usar la historia, dejar de subirla al blog, concretar y darle un final. Por supuesto, pregunté antes si podía presentarlo a pesar de que buena parte estaba en la red, y se me dijo que adelante. Así que me puse las pilas, escribí las escenas que me faltaban y… me pasé de largo, para variar.
Estuve dándole muchas vueltas para solucionarlo, como recortar de aquí y de allá, pero claro, una era todavía muy amateur, así que lo de capar escenas no lo llevaba muy bien («jo, ¿por qué?, con lo que molan», me decía), así que opté por la peor solución posible: eliminar la última escena, la más larga de todas y donde se revela que «Ajajá, al principio pensaste, querido lector, que el relato iba de esto y luego descubriste que iba de esto otro. Pues bien, resulta que ¡tampoco! En realidad va de ¡esto! Buajajaja…». Vamos, que tuve suerte de que el Visiones es para noveles y que el seleccionador le vio potencial suficiente para incluirlo (gracias, gracias, gracias, por dios, gracias), porque una cosa es un final abierto (de esos que tanto me gustan) y otra que el lector diga «¿Qué coño ha pasado aquí? Meloxpliquen».
Cuando se me pasó la euforia de «¡Me han seleccionado! No soy tan nefasta como pensaba. Tengo un libro en la mano que lo demuestra» y leí el excelentísimo relato de mi querido amigo Enrique Garcés (incluido en la antología), se me fue todo el subidón y decidí esconderme debajo de una piedra; y hasta que Rodolfo Martínez me dio dos tortas (metafóricamente, of course) y me dijo «¡escribe un relato para Akasa-Puspa, insegura de los cojones!», no volví a asomar la cabeza.
¿Y esto a qué venía…? Ah, sí. ¡Ejem! La cuestión es que, años después, no contenta con el final, escribí El cadáver sin nombre (publicado en Ficción Científica) para darle un cierre a la historia, aunque contada desde una perspectiva diferente. Este nuevo relato arrancaba justo después de la escena eliminada en Maldito y seguía la misma premisa de «Crees que va de esto, pero en realidad va de esto otro». Por supuesto, habrá quien piense que no cierra nada, pero el porqué de ese final abierto (conclusivo con la trama principal, eso sí)… es otra historia 😛
Pero Felicidad, ¿por qué nos cuentas toda esta milonga? Pues porque lo prometido es deuda y, como comenté en la entrada inaugural del blog, voy a publicar Maldito por aquí. ¿Y por qué nos haces esto? Primero, porque hay gente que me ha dicho que no ha podido leerlo aún y que tiene interés, así que: deseo concedido. Segundo, porque… qué coño, me apetece.
Está claro que si volviera a escribir el relato lo haría de otra forma, con todo lo que sé ahora, pero he decidido que leáis cómo escribía en su día. No voy a a cambiar o eliminar nada. Como mucho, incluiré la escena final de la que me deshice para poder participar en el Visiones 2007. También he decidido publicarlo en dos o tres entregas en lugar de una entrada por escena como hice originalmente. Así la tortura no durará demasiado 😛
Pues nada, avisados estáis. Si os gusta el género negro, los personajes malhablados (mucho), la violencia gratuita y los giros inesperados, estad atentos, porque la semana que viene tendréis la primera entrega de Maldito. Y alguien dijo una vez que quien avisa no es traidor 😀