No pediré disculpas. Segunda entrega.

Si me sigues en Twitter, sabrás que la semana pasada abrí una encuesta con la intención de saber si, a estas alturas, alguien se acuerda de mí y si aún hay interés por mi libro de ensayo; aquel que empecé a escribir en 2020, pero que, entre pandemia y milongas, me ha sido imposible terminar.

La respuesta no fue efusiva de partida, tampoco lo esperaba, pero se animó un poco más con la segunda encuesta, donde proponía cuatro títulos de la primera parte del libro. Cuál fue mi sorpresa cuando se produjo el siguiente empate:

Captura de Pantalla de la encuesta

¿Qué hacer ante eso? Pues me tocaba elegir. ¿En base a qué? Ni idea.

Al final, decidí que, como hace mucho que no publico nada por aquí, lo mejor era poner el de mayor extensión. Como artículo, no creo que tenga mucha repercusión, pero si logro entreteneros aunque sea un poco, ya me doy por satisfecha.

Dicho esto, copypasteo, tal cual, el artículo:

La segunda venida (fallida) del Mesías.

Celsius de 2013. Miércoles por la mañana. Sol, un ambiente tranquilo y los primeros frikis paseándose por las casetas y por la carpa. Ese año no presento nada o, mejor dicho, no aparezco en la lista para la presentación de Terra Nova 2, pese a que mi novela corta, «La textura de las palabras», abre la antología y la portada se basa en ella. Pienso que, como el año anterior estuve en la de Akasa-Puspa, con la misma, pues entiendo que decidan no contar conmigo. Ya, ya. Lo pienso ahora y suena ridículo, pero en ese momento me parece lo más lógico del mundo. Además, me han contratado para estar en una de las casetas, así que no voy a abandonar mi puesto porque soy una empleada responsable.

Ricard Ruiz, un encanto de hombre y que en esos momentos está ligado al sello que me acaba de publicar, me dice «Mujer, no va a pasar nada por que abandones la caseta media hora; plántate en la presentación». Pero yo, que entonces soy una idiota (una ingenua, más bien), le respondo que no, que a mí me están pagando por estar ahí, mientras pienso «Si no estoy en la lista de ponentes será por algo». Lo dicho, una tonta.

Mientras tanto, mi buen amigo, Jordi Balcells, está en la caseta de al lado promocionando Fantascy, la nueva línea editorial de Penguin Random House, centrada en género fantástico. Terra Nova 2 se encuentra entre su lista de títulos. Yo, en mi caseta, pegada a la suya, estoy promocionando la web Fantífica. No, la similitud del nombre no es coincidencia. Como se suele decir: «Juntos, pero no revueltos».

Fantascy tiene intención de irrumpir en el mercado español y convertirse en el referente de género en nuestro país. Su catálogo promete, para deleite de muchos frikis, y, encima, sube la apuesta: publicará a autores nacionales. Teniendo en cuenta que otras editoriales grandes llevan tiempo sin arriesgar por lo patrio (no de la manera en la que a los amantes del género nos gustaría), la noticia es una bomba. Además, las responsables (sí, la línea la llevan un buen número de mujeres) deciden que el Celsius será donde hagan la presentación oficial y que no escatimarán en gastos. Hmmm. Quizás no te hayas percatado, yo tampoco me di cuenta en su momento, pero… ¿esto no te suena de algo? ¿Lo que comenté en el artículo sobre Torre de marfil? «¡Hala, Felicidad!, ¿cómo va a ser lo mismo?». Pues claro que no. En esa ocasión, me lo creí todo. No me avergüenza decirlo: aplaudí con las orejas como el que más. ¡Albricias! ¡Jolgorio! El por qué me lo trago hasta el fondo es fácil de responder: esta vez no se trata de alguien que, de pronto, decide montar una editorial de cero; tampoco la dirige una persona surgida de la nada. Hay experiencia, hay un sello potente detrás. Saben lo que se hacen, son profesionales y, para rematar, como comento unas líneas arriba, hay dinero.

En mi caso, por primera vez (y la última, hasta hace bien poco), recibo un adelanto por mi obra y, encima, no es una cantidad pequeña. Me dan menos que a un autor consagrado, pero, en su día, los ojos me hicieron chiribitas. Eso, por una novela corta. No quería ni pensar en lo que me ofrecerían por una novela [inserta aquí gif de Homer Simpson babeando por una rosquilla]. Pero ahí no queda la cosa. La editorial invierte en la creación de la web Fantífica (con la misma intención que con el sello Fantascy: convertirse en referente) y la dota de profesionalidad, entre otras cosas, pagando a sus articulistas y reseñadores. Algo inaudito, porque, hasta entonces, la mayoría de las páginas dedicadas a la difusión del género son por amor al arte; muchas son blogs o webs colaborativas. Ahora bien, pese a la similitud del nombre y que una caseta está pegada a la otra, se cuidan mucho de no relacionar las marcas, porque no quieren que nadie piense que la web va de promocionar el sello en exclusiva. Así, durante los primeros años, Fantífica logró convertirse en el lugar para enterarse de cosas e interaccionar con más gente friki, pese a que, al menos para mí, se notaba demasiado con qué finalidad estaba empleando la plataforma y a quién estaban promocionando. Pero volvamos a ese Celsius de 2013.

Penguin no escatimó en gastos durante el festival. Contó con dos casetas, merchandising, lotes de libros, viajes y estancia pagados para la gente implicada en el proyecto… Entendieron que, para lograr su propósito, era necesaria una inversión inicial de promoción. Genial. Hasta ahí, todo bien. A su favor: un catálogo interesante, un tiempo de espera razonable entre título y título, una respuesta positiva del público… Sin embargo, apenas dos años después de la puesta en marcha del sello, la prometida segunda venida del Mesías resultó un fiasco. ¿Por qué? Ay, amija, lo fue a ojos de sus dirigentes, porque su público no lo vio de la misma manera.

Atónitos, fuimos testigos de un desinflamiento progresivo que dejó a unos cuantos con el culo torcido; nos, más bien. Falsa alarma. Falso profeta. ¿Qué pasó? ¿Qué salió mal? Nada. En realidad, nada. Como ocurrió con Torre de marfil, los grandes responsables, los que estaban por encima del sello, no se plantearon como era debido las diferencias entre el mercado anglo de género fantástico y el español. Por mucha inversión que se realizara, las cifras de ventas nunca iban a ser comparables. No de partida (el arranque, el primer año en toda editorial) y menos si se tiene en cuenta que el bum de «lo friki es cool, es moda» aún tardaría unos años más en llegar. Pero el verdadero problema fue la impaciencia. La impaciencia y algo peor.

A ver, que nadie se engañe. A cualquier juntaletras (me incluyo), la idea de estampar firma junto a la de una gran editorial es un sueño húmedo. Pero es eso, un sueño. Cuidado, no lo digo por imposible, faltaría más, sino porque aún seguimos pensando en el pasado, en lo que antes significaba ser escritor. Publicar en un sello grande ya no es garantía de nada, porque el panorama editorial ha cambiado por culpa del maldito capitalismo. Asúmelo. Ya no eres un artista de las letras, eres una puñetera hamburguesa.

Las grandes editoriales se han obsesionado con los beneficios inminentes, cortoplacistas. Si, antes, un libro tenía un ciclo de vida de un año, más o menos; ahora, hablamos de meses y, en ocasiones, ni eso. Buscan a la desesperada el bestseller, el título que les proporcione cuantiosas ganancias en poco tiempo. Lo del midseller, esa obra que no es un bum, pero que asegura unos ingresos anuales, casi fijos, se ha convertido en una leyenda del pasado. De los lowseller, esos que van goteando, ya ni hablo.

Para mí, y sabiendo lo que sé, ese fue el verdadero problema de Fantascy. Vino a comerse el mercado y realizó tiradas de… ¿cuánto? ¿Cinco mil ejemplares? ¿Estoy tirando por lo bajo? Sea la cantidad que sea, se los comió con patatas. Seguro que, por ejemplo, dos mil ejemplares vendidos en un año con cualquier título de su catálogo fue percibido por la editorial como un completo fracaso. Y, vaya, desde su perspectiva, lo es. Aún recuerdo la charla en la que participó una de las personas a cargo de la editorial Oz (creo que se trataba de Oz) durante el festival Niebla en Salamanca. Ella decía que vender menos de dos mil ejemplares era un fracaso, mientras al resto de ponentes (encargados de editoriales pequeñas) ponían cara de «Ojalá vender esa cantidad. Para mí, doscientos ejemplares ya es la hostia».

En efecto, para quienes estaban detrás de Fantascy, aquello era un descalabro. Claro, pero es que a quién se le ocurre. El juvenil siempre se ha vendido bien en España (no importa tanto que la autora se llame Pepita), pero tu objetivo es un público adulto. Para colmo, el cienciaficcionero va a ser exigente de narices; sobre todo, con Pepito (de Pepita ni hablemos). Anda, dame a William, que suena mejor. Así, aunque las antologías de autoría española como Terra Nova 2 y Mañana todavía se venden muy bien, para los estándares a los que estábamos acostumbrados en el fándom, no cubren sus previsiones iniciales. Por cierto, digámoslo sin tapujos, la portada del Terra Nova 2 era de un pulpero un tanto casposillo, eh. Recuerdo que me la enseñaron con mucha ilusión en ese Celsius, en plan sorpresa, porque se basa en mi novela corta, y, como saqué crítico en la tirada de disimulo, les colé entusiasmo cuando me quería morir. Vamos, creo que es la peor de todo el catálogo, con eso lo digo todo. Prosigo.

Como no hay bestseller, se ponen nerviosos, se vuelven impacientes, dejan de aceptar manuscritos. Sospecho que, en ese momento, hasta se lamentan de los contratos que ya tienen firmados y de ahí que los títulos que se publiquen en los años siguientes cuenten con el mínimo apoyo publicitario. Entre bambalinas, se destruyen libros a cascoporro. En lo público, la presencia en redes es cada vez menor, salvo en Fantífica, claro. Otra que tal. No sé si aún existe porque decidí perderle la pista hace tiempo. Sí, lo has leído bien. Lo decidí. Entre lo patidifusa que me dejó uno de los reseñistas (no estoy segura del nombre) cuando, al hablar de Terra Nova 2, dijo en pocas palabras que había pasado de leerse mi historia porque no le apetecía leer sobre lo malos que eran los hombres (¡toma ya!, y se quedó tan pancho, eh) y que, en cierta ocasión les dejé caer que, bah, quizás lo de tener a una sola mujer en el elenco de colaboradores podría solucionarse y la respuesta fue en plan lalala…, pues decidí no perder mi tiempo. Anda que no había más gente haciendo cosas interesantes, eh.

Volviendo al tema de Fantascy, al final, las obras que mejor funcionaron fueron de corte fantástico (Damn you, cienciaficcionero de a pie), pero solo si sus autores ya contaban con un buen número de seguidores antes de la publicación. Quienes no disfrutaban de esa baza de partida sufrieron peor suerte. Muchas de estas obras, además, podrían haber sido vendidas al mainstream con facilidad, pero se las desatendió. El peso de la publicidad y la promoción corrió a cargo del autor en gran medida (¿qué mierda es eso?; entonces, ¿para qué quiero una editorial?), así que, para quienes esperaban que el sello cubriese esa necesidad, «Soy escritor, no publicista», se quedaron con dos palmos de narices y un enorme sentimiento de abandono. «Todo mi esfuerzo, en vano». Esos autores pondrán en su currículum que publicaron en Fantascy, en Penguin Random House, nada menos, pero ya. Esa será toda la repercusión, y no, no es suficiente. Lo sabemos bien.

Llegados a este punto, estoy segura de que mucha gente ha estado bufando y diciendo que la cosa no fue así, que como Penguin estaba poniendo sus zarpas en todo, pues que si reestructuración y prioridades y milongas. A ver, no digo que eso no influyera, pero tampoco quita lo obvio. La fórmula KFC no funciona en todas partes igual. En España, ya te digo que no. No con el producto nacional de género orientado a un público adulto. No con el fándom que tenemos, como ya explicaba en el artículo «La gran esperanza blanca», y a las pruebas me remito.

¿Qué es Fantascy?, me dices clavando tu pupila en mi pupila azul. Fantascy eres tú, seas quien seas que decidió dejarla moribunda y desamparada al poco de empezar. En cuanto a Fantífica, pues también la dejaron con el culo al aire. La web de referencia se convirtió en anécdota. ¿Qué es Fantífica?, me preguntas clavando tu pupila en mi pupila azul. Fantífica es un espectro sin identidad retwiteando a colegas (lo acabo de mirar). ¿Y quién tiene la culpa? Diría, de nuevo, que el puñetero capitalismo, pero insistiré en que el responsable fue a quien no le importó un carajo asegurar la lealtad a la marca mimando obras y autores, porque su intención, desde el principio, fue ordeñar toda la pasta posible cuanto antes y, después, a por otra cosa, mariposa. Será por sellos. Será por editoriales que comprar. Pero, cuidado. Nuestro fándom no es menos responsable. «Quiero mi bo-cadillo», que decía Homer Simpson. Y se nos llena la boca exigiendo producto patrio (últimamente, de autoras), pero, a la hora de la verdad, nos olvidamos de los nuestros en favor de la novedad extranjera de turno; ergo la lección para estas editoriales es que lo patrio no vende.

Por todo ello, Fantascy desapareció del mapa actual, y, por eso, no significa nada que hayas firmado con una editorial grande. Ayer, fue Fantascy. Hoy, el sello que sea. Te lo repito: eres una puta hamburguesa.

Posted in Fandom, Sobre mis escritos.