Soy consciente de que, muy a mi pesar, cada vez me cuesta más leer (hablo de literatura, of course). Me paso buena parte del día delante del ordenador, leyendo, releyendo, escribiendo, corrigiendo… Así que cuando llega la tarde/noche, no suele apetecerme el ponerme delante de un libro.
Leer, a diferencia de ver una peli o una serie, por ejemplo, requiere un esfuerzo; y en mi caso, además, no puedo evitar corregir mientras leo (otro día hablaré de la poca inversión en correctores de estilo). De esta forma, si al agotamiento mental y la lectura poco fluida, añadimos el enfrentarse a un libro de más de quinientas páginas, la frustración se agrava y termino por abandonar.
Siempre hay agradables excepciones, por supuesto. Alguna tochonovela que otra me he ventilado en un tiempo razonable y, lo más importante: la historia estaba construida de forma que me enganchase. Desgraciadamente, no suele ser la norma, y por eso llevo un tiempo agradeciendo la publicación de antologías. Ahí da igual lo tochas que sean, porque aunque estén encuadradas en una misma temática o género, cada historia es diferente, no se enrollan durante páginas y páginas, y si alguna no termina de convencerte, pues pasas a la siguiente, y listo.
Bien, ahora que os he puesto en antecedentes, prosigo con lo que os quería comentar; y es que en los últimos años las tochonovelas pueblan las estanterías (hablo de las de género, que son las que me interesan) con precios que no siempre son asequibles (y volviendo al tema de los correctores de estilo, algunos libros se me antojaron caros en relación calidad/precio). A veces tengo la sensación de que se ha arraigado la idea de «Ya que estoy pagando una pasta, mejor que sea largo para que me dure más y me parezca que la inversión ha sido adecuada. Que no me han tangado, vamos». ¿Van por ahí los tiros?
Otro detalle que me resulta curioso es la aparición de nuevos talentos, escritores/as noveles, con tochonovelas que pertenecen a trilogías, cuando no son sagas. En estos casos no puedo evitar preguntarme: ¿De verdad es factible irrumpir en el mercado con una obra que es la primera de unas cuantas? Ojo, no es una crítica, sino mi gran duda. Anda, poneos en mi lugar y respondedme: ¿habría sido mejor plantear Horizonte Lunar como una trilogía en lugar de cerrar la historia, esperar la reacción de la gente y decidir más adelante si tenía público suficiente para continuarla? ¿Me equivoqué? En principio, las ventas y peticiones de continuación me dicen que no, pero claro, vista la tendencia…
¿Y la extensión? Ah, no. Eso sí que no. Claro que podría haber sido una novela de quinientas páginas, pero habría sacrificado el ritmo que me pedía la historia en favor de una descripción del mundo, el universo y más allá que, desde mi punto de vista, habría desvirtuado esa sensación de urgencia y tensión que pretendía transmitir. Ya sé, ya sé. Hay gente que necesita que le cuenten las cosas con calma (y algunos hasta prefieren que se lo den con cucharilla para digerirlo bien), eso no lo discuto; pero para mí, las exigencias de guion son las exigencias de guion.
¿Qué quiero insinuar con esto? Pues que cada historia pide un ritmo y una extensión. Algunas se pueden contar en doscientas páginas, y otras necesitan mil. Sin embargo, veo una marcada tendencia (sobre todo en fantasía) en alcanzar las quinientas páginas, hagan falta o no. Y, sinceramente, no todo el mundo sabe salir airoso del estiramiento. De ahí que, en los últimos años, cada vez que cae en mis manos una tochonovela lo primero que pienso es: ¿cuánta paja va a tener este libro? Insisto, hay excepciones, por supuesto, pero no es la norma.
En demasiadas ocasiones me he saltado párrafos y párrafos, a veces hasta páginas enteras, porque me fastidia que me interrumpan la acción para contarme una receta de cocina o me describan el café que se están tomando y que no está ni de lejos como el que se bebieron no sé dónde; o que de repente me den una descripción pormenorizada del tipo de aleación de los tornillos utilizados para anclar los retretes de la nave; o que te copypasteen un montón de información porque como el autor/a se ha documentado mucho, pues tú también te lo vas a tragar. Que sí, que sí; que para gustos colores. Que hay a quien le mola que le cuenten cómo se hace el pan de lembas porque le parece superinteresante, o cómo se cultivan patatas en marte. En mi humilde opinión, eso no es lo que le da calidad a una obra.
No estoy loca, y seguro que habéis pensado unos cuantos títulos mientras os decía esto, y muy probablemente, eran tocholibros. ¿Me equivoco?
Llegados a este punto, creo que es de cajón hacerse la siguiente pregunta: ¿las tochonovelas responden a una exigencia editorial (convencidas de que es lo que vende), o de los lectores? Si es cosa de los primeros, tal vez sería aconsejable que se lo hicieran mirar. Si es de los segundos… prefiero pensar que es por justificación de precios y no porque la gran mayoría necesita que se lo cuenten todo bien mascadito.
En mi caso, que estiren una historia sin necesidad no justifica el precio. Al contrario, siento que me están tangando cuando espero quinientas buenas páginas y descubro que le sobran casi doscientas, por poner un ejemplo. Y ese es el motivo por el que, cada vez más, me cuesta dar una oportunidad a las novedades si al verlas ya me pesa el brazo; porque no me fío, porque pienso en paja y si esta me va a compensar o no. Prefiero algo más corto y quedarme con la sensación de «Jo, no me habría importado que tuviera doscientas páginas más», la verdad.
Ojo, eso no significa que esté pidiendo novelas más cortas o que nunca vaya a meterme entre pesho y esparda una tochonovela, sino que siempre exigiré calidad sin importar la cantidad; y a día de hoy, me sorprende que no sea una demanda generalizada.
En serio. ¿Soy la única que opina de esta manera?
Totalmente de acuerdo. Con ese sistema de pajizar los textos, GRR Martin me saco de la saga hace tiempo
Mira, un buen ejemplo. Yo no llegué al cuarto libro, y leídos ciertos comentarios, sobre ese y el siguiente, sospecho que hice bien.
A mí me pasa igual, pero incluso más exagerado porque yo si no es ya una obra clásica tipo Guerra y Paz que espero me compense leer esos tochazos, ni me acerco. Y aún en ese caso si no me engancha, acabo dejándolo. A cada uno le gusta un ritmo y a mi las descripciones interminables me agotan.
Totalmente de acuerdo con el artículo. Cada vez hay más novelas en las que me salto párrafos, y hasta páginas enteras de descripciones abstrusas que no aportan absolutamente nada.
Parece que les pagaran por volumen y no por calidad. Prefiero 200 páginas buenas que 400 de las que 20 me aburren
Según recuerdo que explicaba Charles Stross, las tochonovelas no se deben a una exigencia editorial, ni de los lectores, ni de los autores, sino de la distribución en grandes espacios. Walmart y equivalentes se dieron cuenta de que si tienen sitio para exponer X libros (planos, quiero decir, que se vea la portada), venden más o menos el mismo número de libros, pero ganan más, si los libros son más caros. Pero claro, no puedes subir el precio de un libro por la cara (al menos, no de golpe), así que los haces más gordos, y justificas que cuesten $40 en vez de $20. Como esas grandes cadenas representan un mercado importante, sobre todo para cierto tipo de libros, pues pudieron hacer presión a las editoriales.
http://www.antipope.org/charlie/blog-static/2010/03/cmap-5-why-books-are-the-lengt.html
Muy interesante, Juanma. Jamás se me habría ocurrido. Gracias por el enlace ^^
Releyendo el artículo ahora (lo he citado de memoria), veo que lo que dice es que los precios subieron por la inflación, y los distribuidores exigieron que, si los libros iban a ser más caros, tenían que ser más gordos. El resultado final es el mismo: Walmart y compañía influyendo en el tamaño del libro porque que lo pidan o no lo pidan es una diferencia de muchos miles de libros vendidos…
En todo caso, también es cierto que hay autores que, por suerte o por desgracia, disfrutan con ello. Neal Stephenson escribió dos novelas de tamaño breve (“The Big U” y “Zodiac”), una mediana (“Snow Crash”), y el éxito de esta última le permitió darse el lujo de enrollarse y que los editores no le cortasen. Desde entonces no ha escrito ninguna novela, ni siquiera las buenas (como “Anathem” o “Seveneves”) a la que no le sobren cientos de páginas… En fin.