Terminada la HispaCon de este año, solo puedo arrojar alabanzas como en una cabalgata de flores. No hay ni un solo «pero». Ni uno. Es verdad que hubo una charla que se tuvo que retrasar en el horario por problemas técnicos y, bueno, alguna cosilla menor, pero ya. Lo que es flipante, porque siendo la primera vez que se realiza de manera 100% virtual, podría haber salido todo mal o haber quedado cojo, o mil cosas más. Sería lo esperable, vamos, dada la magnitud que tomó la convención, con tantísimos ponentes, y, por ende, la ambición que había detrás. Sin embargo, dudo mucho que alguien vaya a ponerle una tacha al evento. Me extrañaría. En todo caso, habrá quien rabie en silencio, pero esa es otra historia.
Ah… Confieso que acabé en una nube. Por una parte, no recuerdo cuándo fue la última vez en la que asistí a tantas charlas en una HispaCon (u otro evento similar). Y no solo me refiero a entrar en la sala y atender hasta el final, sino a estar pendiente todo el rato de la hora para acudir; en esta ocasión, al directo. Buf, los temas tratados (tanto por diversidad como por profundidad), la calidad de charlas y ponentes… han sido una gozada. Y cuando me coincidían dos, pues, al terminar una, acto seguido me ponía con la que me había perdido; o la dejaba para la hora de comer, para verla en grande en la tele.
Esto no es ninguna tontería. En los eventos estrictamente presenciales, sin streaming, que dos charlas coincidan pueden suponer un perjuicio para una de ellas (por ejemplo, que una mesa «compita» con alguien de renombre). Con suerte, alguien habrá grabado las charlas, pero, como no se suben de inmediato (pueden tardar semanas, meses e incluso un año, que lo he visto yo), el impulso y el entusiasmo se pierden, lo que en algunos casos significa, entre otras cosas, perder ventas potenciales. En cambio, este problema se reduce cuando se facilita el acceso a la información/charla durante el evento, porque se mantiene la euforia del «ambiente» durante más tiempo.
A ver, entiendo que alguien tenga reticencias, que piense que incluir el streaming sería favorecer que la gente no acudiese de manera presencial al festival o a la convención porque «Total, lo puedo ver desde casa sin desplazarme», y más si solo se valora el caché de un evento por el número de asistentes y no por el contenido que ofrece. Sin embargo, ese tipo de pensamiento, de temor, aunque comprensible, no tiene en cuenta algo muy importante: ese no es el comportamiento de nuestro fandom patrio. Habrá algún caso, no digo que no, pero la inmensa mayoría queremos saraos, puntos de encuentro, abrazos y risas a distancia corta. Eso es así. Lo oí más de una vez en alguna de las charlas del fin de semana pasado (mencionando hispacones futuras, creo).
El streaming nunca podrá competir con nuestro carácter latino de terraceo. Por eso mismo, complementar un evento con la retransmisión de charlas debería ser lo habitual a estas alturas de siglo, no una anécdota; que somos frikis del género fantástico, coño. Deberíamos estar clamando por que dejaran de hacerse las cosas como en el pasado, solo porque siempre se han hecho así. El futuro ya está aquí, las herramientas están a nuestra disposición. Aprovechémoslas. No restan, suman, favorecen, dan difusión. Ojalá esta HispaCon sienta precedente y, a partir de ahora, el streaming, la videollamada u otras tecnologías similares sean de uso habitual en este tipo de convenciones. No solo para captar audiencia y asistencia en un futuro, sino para enriquecer el contenido, que en circunstancias de estricta presencialidad sería imposible. Ay, me enrollo mucho. Lo sé, lo sé. Prosigo.
Volviendo al tema de esta HispaCon, ha sido maravilloso sentir que estaba en pleno sarao, que la pantalla (del ordenador o de la tele) no era una barrera, sino una ventana abierta al mundo. No ha habido BarraCon ni firma de libros ni abrazos, pero en ningún momento he percibido que estaba viviendo el evento en soledad. La interacción constante en redes o que se pudiera chatear durante las charlas con el resto de asistentes me ha dejado un regusto sabroso, sabroso. Y, bueno, la gala de los Ignotus fue emocionante a más no poder; arrancando, además, con ese Premio Gabriel a Lola Robles que me levantó de la silla para aplaudir. Imagino que algunos se lo tomarían como «Ya empezamos con el lobby del buenrollismo feministoide que premia a mujeres porque está de moda»; pero, ¿sabéis lo que os digo?, que rabien. Llevo casi dos décadas en este fandom y, cuando sufrí «su lobby», nunca me puse a lloriquear por las esquinas. Tengo dignidad y el comportamiento de una persona adulta. Por eso mismo, no voy a comentar las declaraciones posteriores de algunos sobre los Ignotus, y que agitaron las redes, ni voy a rebatir a quienes, con toda su «buena intención», defendían estos premios con argumentos que, en realidad, infravaloraban (por no decir despreciaban) la importancia de estos. Pa qué molestarme. Es siempre lo mismo. Cansinos, que sois unos cansinos. Me abuuurro.
Vaya, otra vez me estoy enrollando demasiado, así que a ver si logro encarar bien la recta final de esta entrada. Dos cosas importantísimas quiero destacar de esta HispaCon 2020.
La primera: sí, se puede. Cuando hay voluntad, cuando prima la intención de hacer las cosas bien, cuando hay ilusión, cuando hay interés real en expandir esta maravillosa comunidad en lugar de sitiarse, amurallarse y convertir el dominio en feudo (o, sencillamente, dejarse arrastrar por la inercia), pues claro que se puede. Hace unos años que el fandom dejó de ser el problema que arrastraba la Asociación. Las redes sociales solucionaron eso. El problema era la falta de un proyecto real y plural, con voluntad inclusiva, que nos devolviera la ilusión y favoreciera de manera efectiva la incorporación de sangre nueva. Hoy, por fin, hay luz. La prueba es el modo en que la gente se ha volcado en esta HispaCon y el regusto a esperanza que ha dejado.
La segunda: Para que un equipo funcione, necesita un buen líder al timón. De la misma manera, un líder necesita un buen equipo detrás, dispuesto a pringar horas y horas (muchas veces sin recibir nada a cambio), para que el barco vaya viento en popa. Pues bien, si algo ha demostrado esta HispaCon es que Pórtico (la Asociación española de fantasía, ciencia ficción y terror) tiene como junta a un equipazo que se ha dejado la piel no solo para sacar adelante un evento tan ambicioso, sino para demostrar el punto anterior: sí se puede. Y si alguien tenía alguna duda sobre si merecía la pena asociarse o no, creo que esas dudas han quedado más que despejadas. Yo me quito el sombrero y lanzo flores a la junta, a les colaboradores y a toda persona que haya participado en esta HispaCon de la ilusión, aunque solo fuera mostrando su apoyo. Todo cuenta.
Mi único temor, aunque aún es pronto para pensar en ello, es que la historia se repita, como viene sucediendo (no siempre, pero sí demasiado a menudo) desde que se fundó la asociación. Esto es: que una junta haga bien su trabajo y la siguiente destroce todo lo que se había logrado. Luego, el relevo se pasa casi toda su candidatura limpiando la mierda que dejó la anterior, y cuando por fin puede hacer cosas, ya es tarde. Ojalá no pase, quiero creer que con esta junta se romperá el ciclo maldito. Por favor, por favor, por favor…
Y poco más que decir. Solo me queda dar las gracias a quienes han hecho posible que esto sea una realidad, dando un paso adelante y tomando las riendas en lugar de limitarse a criticar sin más, como siempre se ha hecho. De todo corazón, gracias por devolverme la esperanza.